Nos encontramos al protagonista plantado como una estatua ante una
siniestra mole metálica que es un gigantesco depósito de gas. El tipo está como
en pasmo, petrificado, observándolo en silencio. Un compañero de la residencia
consigue con esfuerzo arrancarlo de su sitio y llevarlo adentro. Ya en su
habitación se le ve inquieto. Husmea a su alrededor y percibe que el viejo
radiador huele a gas. Agitado se desnuda y agenciándose algunas hojas de
periódico que encuentra en los cajones empieza a envolverse con ellas y las ata
alrededor de su cuerpo con una cuerda a la manera de un rulo de lomo mechado.
De la mirada psiquiátrica a la comprensión psicoanalítica
Vamos a continuar hablando de la psicosis tras lo visto en días anteriores.
Tengo un interés especial en plantear la cuestión de la lógica de la
psicosis. Sé que parece un contrasentido hablar de lógica de la
psicosis o lógica de la locura si cuando hablamos de locura decimos que es una
pérdida de sentido. Pues trataré de mostraros que hay una lógica y un sentido
riguroso en la locura, frente a la imagen estereotipada del loco como alguien
absurdo. Intentaré transmitiros las claves de esa otra lógica
por más que nos resulte rara, cuando no esperpéntica.
Y no es que esta visión sea la que tiene la peña que se
engancha al Carrusel Deportivo o al Sálvame, que
también, sino que es un criterio compartido por la mayoría de los profesionales
del gremio, y eso ya es más grave. Vean mismamente un Manual del
usuario que le han dado a un paciente al que atiendo y que acudió al
psiquiatra de su Centro de Salud a medicarse por su Bipolaridad:
"Vamos a dejarlo claro desde el principio. La psicosis es una
enfermedad orgánica, es un trastorno orgánico, genético, y es un disparate
pretender darle un sentido. Es un disparate lo que durante muchos años han
intentado hacer los psicoanalistas que es buscar e interpretar un sentido. ¿Por
qué?
Porque ya sabemos que el psicoanálisis se basa en conflictos de la
infancia, y entonces, cuando es un trastorno genético ¿qué hace uno
investigando la infancia?"
Y en la misma línea, de forma menos grosera pero no por ello menos
elocuente, este libro, Imágenes de la locura, de la doctora B.
Vera, una psicóloga clínica con una buena cultura cinematográfica, en el que
analiza y diserta sobre los distintos cuadros psicopatológicos a través de una
larga lista de películas de la historia del cine.
Respecto a Shine, de la que hablamos el otro día, dice:
"El gran fallo de la película es sugerir que la esquizofrenia de
David es culpa de la relación que mantuvo con su padre. Como recurso
cinematográfico trágico es mejor que no dar ninguna explicación, sin embargo,
en realidad el padre pudo actuar como factor estresante o coadyuvante pero
nunca como causante de la enfermedad."
Tal cual, página 190. Y respecto a la viñeta de Spider que
hemos visto al principio larga alguna joya de este calibre:
"Es una alucinación, consecuencia de haber dejado la medicación. Se
trata de un enfermo que tras muchos años ingresado sale del manicomio y el
encuentro con el mundo le supone demasiado estrés y eso le hace recaer en sus
síntomas."
Y es una forma de verlo. O mejor dicho, de no verlo. Y entre la medicación
y el estrés, tremendo comodín, ¿qué pinta aquí el sujeto? Nada, porque brilla
por su ausencia. Hay una serie de acontecimientos en la película concernientes
a la confusión delirante sobre algunos personajes que la trama revela, que los
despacha designándolos como síndromes muy especializados, de Fregoli y Capgras,
y más allá de constatar su erudición, no se entera de nada. Es decir, no se
plantea en ningún momento el sentido subyacente en esos fenómenos, lo que de
subjetivo hay en el síntoma, lo que de construcción simbólica tiene, aunque sea
una simbolización delirante.
Y en la misma línea despacha la viñeta categorizándola como una alucinación
(que lo es)
Y ¿qué es una alucinación?
Ya sabemos todos la definición clásica, que la plantea como una
percepción sin objeto. Este tipo después de quedarse pasmado ante el
gigantesco tanque de gas, cuando se halla a solas en su cuarto, percibe que en
la habitación hay un gas que le acosa, es decir, lo alucina.
¿Por qué? Porque tiene un trastorno genético.
Pero, en fin, más allá del tocado de su gen, quien haya visto la peli se
hace una idea de por qué alucina que huele a gas y no a rosas. Es decir, que
conociendo su historia se aprecia su sentido. El otro día hablábamos de la
escena del sofá y decíamos que en ella se condensaba el cuadro estructural de
la psicosis. Pues en esta viñeta diremos que se condensa la lógica estructural
de la alucinación. Pero para comprenderla precisamos saber su historia.
Se trata de un hombre en la cuarentena e interpretado por Ralph Fiennes que
tras muchos años de internamiento en un manicomio es externalizado a una
residencia de acogida en la ciudad. Se da la coincidencia de que la residencia
está ubicada en el barrio en el que vivía antes de su ingreso hospitalario. A
partir de ahí va a ir recorriendo sus calles y locales en un proceso de
reviviscencia de los hechos que le acontecieron en su infancia y que le
llevaron a ser internado. La película recrea mediante flash backs su historia
familiar. Hijo único de una madre a la que está muy unido que emplea su tiempo
como ama de casa y de un padre de modales hoscos que pasa la vida entre el
trabajo y el pub. Precisamente allí acude a buscarlo por recado de su madre y
allí ve a un grupo de prostitutas entre las que destaca una rubia ruidosa
llamada Ivonne. Terminará descubriendo que es amante del padre. Un día la madre
sale a buscar a su marido que no llega y termina encontrándolo en un cuchitril
con la puta, y éste, al verse sorprendido in fraganti, en un
arrebato violento la golpea y la mata. Después de enterrarla en un huerto
vecino se irá con Ivonne a casa y sorprendentemente, ésta, suplantará
impunemente a la madre en el hogar. El chaval planea su venganza y una noche
teje con sus hilos una red con la que regula la salida del gas y de madrugada
es despertado bruscamente por el padre que lo saca precipitadamente a la calle
pues el gas ha invadido la casa y en tono trágico le muestra el cadavér
intoxicado de su madre. Sorpresa impactante. Golpe de realidad brutal.
Confusión fatal. ¿Qué ha pasado? De momento pospondremos la respuesta.
Sírvanos esta somera información para situar la escena con la que abrimos
la clase y que ahora sí se nos muestra cristalina en su sentido.
"Lo cancelado adentro retorna desde fuera" nos decía Freud.
Es decir, lo rechazado masivamente, el homicidio de la madre, retorna
persecutoriamente desde afuera como un trozo de real alucinado, el gas,
invadiendo la realidad. Y él huele, alucinación olfativa, un gas que le
infiltra, y para protegerse de esa invasión se envuelve
"absurdamente" con periódicos. Quién haya visto la peli, ¿qué sentido
tiene este numerito?
-A1: ¿El padre que lee periódicos?
-J: ¡El padre que lee periódicos! ¡Bingo!
Hay varias escenas domésticas en las que mientras la madre está enredada
con el hijo, el padre, silencioso y distante, lee el periódico. Es decir, el
periódico es un significante paterno. Pura metonimia. Y ¿qué es el gas sino una
metonimia de la madre? Así que de metonimias significantes anda el juego. ¿Qué
tendrá eso que ver con el gen y la serotonina? Pero ya dijimos que lo cortés no
quita lo valiente, y con todos mis respetos a lo cortés, aquí lo valiente es
postular que en la psicosis falla la función simbólica paterna y que en sus estragos
se recurre a presentificarle delirantemente a modo de prótesis sustitutivas
bizarras, como en esta escena supondría el periódico como barrera paterna para
tratar de contener la invasión de lo real materno. Loca lógica de la psicosis,
pero lógica al fin.
Y a la psiquiatría en su fiebre neuroncientífica le importa un nabo el
sentido subjetivo del síntoma, y ni por asomo se pregunta por qué alucina gas y
no flowers, o por qué se cubre con periódicos y no con desodorante. Así vamos.
Y los obsoletos somos nosotros, los psicoanalistas y nuestras pajas mentales.
Que siga la rueda ciega. También nosotros proseguimos nuestro viaje.
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