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sábado, 31 de agosto de 2024

La Brújula 5ª Edición

 




“Cada maestrico tiene su librico”

                                                                                        Proverbio popular

                                                              INTRO

¿Otra introducción al Psicoanálisis? Ummm. Ya hay unas cuantas, y algunas de categoría. Entonces ¿por qué? ¿pa qué? Son preguntas que me asaltan potrosas a la hora de sentarme a escribir, algo que, por otra parte, remolón, he ido retrasando con excusas baratas. Pero ya me vale, aquí estoy, el día de los arcángeles, con el spotify de amigable compañía, decidido a coger el toro por los cuernos, y eso pasa por responderlas.

       Creo que la respuesta está en el título, Manual de psicoanálisis para terapeutas, simple y claro. Porque ese es mi propósito declarado, hacer una introducción al psicoanálisis presidida por la sencillez y la claridad, lo cual, dada la materia de la que se trata, no está en absoluto garantizado.

       También queda bien definido el destinatario, los terapeutas, que no psicoanalistas, y mucho menos los psicoanalistos. No abriga esta elección colegofobia alguna, descuiden, simplemente es que es muy importante a la hora de abordar la tarea tener claro quién es el interlocutor, y en mi caso viene marcado desde el origen por mi circunstancia. Llevo más de veinticinco años impartiendo cursos de introducción al psicoanálisis bajo el techo del programa de formación de Psicoterapia Clínica Integrativa que gestó y condujo mi colega y amigo Juanjo Albert hasta este Agosto que nos dejó, sin ruido y por sorpresa.

       Así pues, son muchos años de bregar con una tropa variopinta de terapeutas de amplio espectro venidos desde los más remotos confines y donde la tribu gestáltica es la hegemónica.

       Tener que presentar el vasto campo de la teoría psicoanalítica a un auditorio ajeno a ella en unas pocas clases me obligó a una labor de síntesis feroz que he ido modulando y destilando con el paso del tiempo. Por otra parte, al ejercer de supervisor, he tenido la oportunidad de ser testigo de las dificultades habituales a las que se enfrentaban los alumnos en el ejercicio de la práctica clínica. La impresión más generalizada que he recogido es que más allá del reconocimiento y expresión de las emociones conflictivas retenidas o "desconectadas", con el alivio correspondiente, a menudo no había un norte claro que guiara el proceso ni una escucha afinada de las huellas del fantasma inconsciente que recorría el discurso.

Podría citarles un caso que nos sirva de ejemplo.

       Se trata de una sesión realizada en la Formación. Aclarar que trabajan por parejas terapéuticas donde uno ejerce de terapeuta y otro de paciente, pero el cambio de función conlleva cambio de pareja. En este caso “la paciente” refiere lo que le sucedió con su paciente masculino que de entrada le despierta ternura y que de pronto y por sorpresa le espeta, “tu mirada cálida me da desconfianza”, para a continuación retirarse y volverse inaccesible. Ante eso ella piensa “estoy haciendo algo mal” y le invade un sentimiento de miedo y vergüenza. El terapeuta le hace algunas preguntas investigando su miedo y su vergüenza y ella termina comentando, “Mi fantasía es que yo le pueda estar gustando”.

El terapeuta le señalará: “Tanto miedo, tanto deseo”

Ella: “Ya sé, ya sé. Si le damos la vuelta es mi deseo”, y rompe a llorar. “Siento que estoy haciendo algo mal. ¿Qué puedo hacer con esto?”

Él: “¿Qué quieres hacer?”

Ella: “Abrirlo”

Él: “Está bien. ¡Ábrete, explóralo!”

Ella: “Me da vergüenza”

Él: “¿Puedes mostrar esa vergüenza conmigo ahora y ver qué haces con ella?”

Ella: “Me cuesta mostrarme ante los hombres” Dice mientras me lanza una mirada de reojo. Y en ese plural y en esa mirada soslayada revela que me incluye. La transferencia ya está operando.

       Y a partir de ahí aparecerá la figura del padre, en concreto, el recuerdo infantil de los 4-5 años, de aquellos días en los que compartía bañera feliz con él, y también “el día en que me dijo que ya nunca más podía bañarme con él. Me sentí rechazada, como si hubiera hecho algo malo.” (llora)

Él: “¿Qué necesitaría tu niña para ser reparada?”

       Y tendremos que considerar que más allá del alivio que le procurarán las propuestas reparadoras que vinieron y de las intenciones desculpabilizadoras que las presidían, quedó flotando en el aire una pregunta que no llegó nunca a formularse y que está pidiendo a gritos que alguien la enuncie: ¿Por qué le aparece ante el paciente que la rechaza la fantasía paradójica de que ella le pueda estar gustando?

Porque es en el ambiguo territorio del fantasma donde habita la oscura verdad velada. Pero descuiden, no les voy a destripar el pastel ahora. Quería simplemente mostrarles que hay varios niveles de intervención y que según a dónde se apunte, uno se encontrará con una u otra respuesta. Y no da igual. Y es que la clave, querido lector, reside en hacer las preguntas precisas.

       Pero para hacerse esas preguntas hay que tener presente todo un ECRO muy específico. ECRO es el acrónimo de Esquema Conceptual Referencial Operativo, término acuñado por Pichon Riviere en la mitad del siglo pasado y que me parece muy apropiado recuperar y cotejar su vigencia.

      Porque se trata precisamente de eso, de establecer un esquema conceptual básico con el que abordar la clínica y que el tal esquema referencial nos resulte eminentemente operativo, es decir, que nos ayude a orientarnos en la práctica del día a día.

      Yo a mi ECRO le llamo coloquialmente la brújula y, en su voluntad operativa, al conjunto de conocimientos que tengo intención de transmitirles con este libro los caracterizaría como cortados por un enfoque que podemos llamar brujular, es decir, regidos por un Norte universal que nos oriente fiablemente en medio de las más desabridas tormentas, a condición de que podamos identificar los distintos puntos cardinales.  

Acceder a configurar esa herramienta de apariencia tan simple no será sin embargo tarea fácil, al contrario, tamaña empresa tiene mucho de aventura conceptual y como toda aventura conlleva transitar novedosamente territorios oscuros marcados por las dudas y la incertidumbre y además habrá que estar atentos y prevenidos porque en esas aguas equívocas es donde habita amenazante y voraz el temible Bacalao, fenómeno sobre el que pronto les pondré al corriente.

El viaje que vamos a hacer para llegar hasta ahí, a la propuesta de lo que podemos llamar un psicoanálisis brujular, constará de dos partes y un epílogo. En la primera parte (lecciones I - VII) haré una presentación de los conceptos fundamentales. En la segunda (lecciones VIII - XX) abordaremos las llamadas estructuras clínicas -que yo prefiero llamar estructuras subjetivas-, para terminar en el epílogo desplegando en detalle de qué demonios hablamos cuando hablamos de la brújula.

Viene a ser una versión remozada del seminario introductorio que imparto desde hace años. Comprobarán que he puesto mi decidido empeño en darle un sustrato eminentemente clínico, es decir, pasado por la piedra de la práctica y sustentado por la exposición de múltiples viñetas clínicas. Fueron muchas ocasiones a lo largo de estos años en mi periplo de estudiante y de estudioso, en las que hubiera dado mi apéndice por un maldito ejemplo. Desde este lado, no he olvidado ni rehuido el reto.

      Y me he dejado para el final un dato que es clave antes de emprender el viaje.

       La versión del psicoanálisis que yo practico es esencialmente freudiana, pasada por el cedazo lacaniano, que es la corriente teórica que me ha servido de guía en este largo deambular, pero he de advertir que mi aproximación a la enseñanza de Lacan es parcial y personal. Parcial porque no es total, antes al contrario, es decididamente fragmentaria y selectiva. Y personal porque, ¿Qué si no?, ¿cacatúa?

       Con todo ello he de dejar claro que no pertenezco a ninguna escuela, iglesia, ni institución. Podríamos decir que soy un psicoanalista free lance, con la fortuna de haber crecido en un territorio fronterizo proteico y diverso que me ha regalado la posibilidad de una visión mestiza, abierta y crítica.

       Corren tiempos de fragores identitarios y de banderas. Hace mucho que dejé West Point atrás y me vine a la frontera donde habitan los indios y con los años aprendí a fumar el calumet y a hablar algunos dialectos nativos, incluso he de confesar que he bailado con lobos, pero también he de reconocer que se me da mejor bailar con las palabras que con los pies. Así que ahí vamos, zarpando ya a esta aventura heurística, rumbo a los manantiales del saber, en pos de esa brújula amiga que habrá que descubrir o inventar, golpe a golpe y verso a verso. Amén.


                                                                                           En Mamouna, mayo de 2019


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