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sábado, 9 de enero de 2016

ACHERONTA MOVEBO









'Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo'
es el epígrafe, verso de Virgilio, con el que Freud abre la Traumdeutung, su obra magna.
"Si no me atienden los dioses del cielo, agitaré los del mundo subterráneo" viene a decir en cristiano, advertencia que suena a desafío, si no a ajuste de cuentas, y que podríamos enlazar con aquella admonición que pronuncia unos pocos años después, en llegando al puerto Nueva York invitado por la Clark University a dar unas conferencias y sorprendido por tan jubiloso recibimiento le comenta a Jung, "Si al menos supieran lo que les traemos...", que Lacan transformará en una versión mucho más inquietante, "No saben que les traemos la peste...", que es como ha prendido en la leyenda y que daría para sabrosas conjeturas sobre la genuinidad del tan cacareado 'retorno a Freud' del francés.

El hecho es que con la publicación de 'La interpretación de los sueños' Freud sienta los cimientos del edificio psicoanalítico, disciplina revolucionaria en lo que a la concepción y construcción de la subjetividad respecta.
Pero hablar hoy en día de revoluciones puede sonar a utopismos desfasados o a sueños rotos.
El siglo XX ha sido escenario y testigo de múltiples e intensas convulsiones políticas y sociales.
De ahí venimos y en sus reflujos estamos. Los temblores que sacuden al siglo XXI no son precisamente nada tranquilizadores.

En el campo 'psi' que nos atañe la subversión freudiana tampoco vive sus mejores horas en tiempos de cognitivismos y neurobiología, pero es que habría que dejar constancia de que más allá de los cuatro tópicos de traumas, divanes, Edipo y sexo que circulan en las viñetas de humor o en los catálogos de autoayuda, bien escaso es lo que del psicoanálisis ha trascendido con fundamento a nuestra cultura, por más que a veces nos pensemos el ombligo (secreto) del mundo.
Así que después de cien años de acenso y caída de su gloria y esplendor, a día de hoy no llega mucho más allá de ser considerado una reliquia teórica ocurrente que ha envejecido mal, una práctica obsoleta por farragosa, fantasiosa, interminable y proverbialmente cara.

Podríamos ponernos dignos y altivos y despachar tamañas críticas como infamias y resistencias, pero no nos engañemos, son tiempos donde el objetivo mass media es el goce low cost y urgente, y el psicoanálisis ni lo cultiva ni lo profesa, sino todo lo contrario.
¿Cuántos de nuestros hijos guasaperos abducidos por las pantallas y desertados del papel van a leerse un libro como el que tan amorosamente ha encuadernado Sarah Olsen?
Que cada uno se responda.

No seré yo quien entierre al psicoanálisis. Vivo de él. Creo en él.
Pero confieso mi pesimismo. Me siento de la tribu de los Mohicanos. Buena gente en extinción.
Mas que no decaiga.
Por eso hoy, uno de Enero de un año más, y poniéndoles a ustedes por testigos, me comprometo a seguir en la trinchera. O mejor. Guerrillero, formador de guerrilleros, seguiré en la brecha activa y montaraz de elucidar y enseñar a elucidar la verdad inconsciente, infiltrada y balbuceante entre los decires de aquellos intrépidos que se animan a asomarse a su lado oscuro.
Mientras el deseo empuje y el cuerpo aguante.
¡Acheronta movebo!

                                       
                                                               En Mamouna, Uno de Enero de 2016         

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