“¿Qué velos son esos
que sofocan la manifestación de nuestro deseo, el encuentro con nuestra
sexualidad?
Proponemos un trabajo de exploración y contacto con nuestro
cuerpo y sus invisibles lastres, a la par que un desvelamiento de los fantasmas que amordazan
e impiden una más libre expresión del
eros que empuja”.
Son muchos años ya citándonos por primavera lejos del mundanal ruido para celebrar un encuentro
terapéutico convocados por la llamada de dos significantes emblemáticos, deseo
y sexualidad, dos palabras muy mediáticas que automáticamente disparan el
lubricado imaginario colectivo al punto de
que algún despistado arribó pensando encontrarse algún tipo de bucólica orgía pastoril o, con un poco de chiripa y si había luna, que le cayera el bingo de una
bacanal negra. Mmmm. Para evitar chascos semejantes, aviso para navegantes xxx: este no es su objetivo.
Sirva también para lectores despistados. En este post no voy
a hablar de sexo, con todos mis
parabienes al susodicho, sino acerca de sexualidad y deseo, y asumo
desde el encabezamiento, con nocturnidad y alevosía, mi acercadeismo, imperdonable pecado capital gestáltico, lo sé, pero
como también anuncio en el título, no pretendo más que una aproximación
prudente y rigurosa a semejante y bravío bacalao. En una palabra,
metapsicológica. ¿Meta qué? Pues esa es la cuestión, que hay que meterse en harina, con todo lo que eso
supone. Ahí vamos.
¿Y por qué no voy a hablar de sexo?se preguntará alguno, y
parafraseando a Frank Zappa diré, porque hablar de sexo es como bailar de
arquitectura.
Pero además procede decir que el concepto de sexo remite
habitualmente a lo genital, y la diferencia de los sexos, masculino y femenino,
tradicionalmente venía marcada por la presencia o ausencia del pene, distintivo
singular aún hoy en día en tiempos de ecografías HD.
Así que no hablaré ni de penes ni de vaginas; hablaremos del deseo y la sexualidad y trataré de aclarar en lo posible el batiburrillo reinante desde una
perspectiva psicoanalítica, como corresponde a este humilde servidor en
zapatillas, y les ruego me disculpen un momento, el preciso para servirme un
Jameson y volver con ustedes, a los que invitaría encantado a que hicieran lo mismo en pro de una confortable sintonía.
Abstemios abstenerse.
¡Ea pues! Vamos allá. Les advierto que este asunto tiene
bien poco de sexy y bastante de sesudo, pero es lo que tiene tratar de ponerle
palabras a lo real, y nada más real que lo sexual. Así pues es obligado empezar aclarando
lo que Freud intentó postular, que la
sexualidad no se reducía a aquella actividad instintiva destinada a la reproducción,
con su propina de placer, propia del mundo animal.
Pero más allá de la
milenaria tradición de la historia de la
anticoncepción por los medios más peregrinos saboteando el plan de la
naturaleza (otros le llaman “de Dios”), Freud deshace la equivalencia sexualidad=genitalidad, a la vez
que desmonta la ecuación
psiquismo=conciencia. Esta doble operación dinamita el paradigma
cultural de toda una época y junto con Darwin y Einstein dan paso a la modernidad. Pero no nos engañemos, han hecho falta cien años para que hoy la ciencia confirme la existencia de las
ondas gravitacionales, prodigiosas curvas en el
espacio tiempo, oscuros fenómenos
del lejano infinito y más allá, pero pondría la mano en el fuego (¡ay! Mariano)
y no me quemaría, apostando que ningún
Isotropón de última generación va a retratar al Inconsciente en pantalla digital alguna por más
ultrasondas que le metan en el cerebro al neurocandidato de turno.
Así que asumámoslo, estamos solos en este rincón olvidado de
la galaxia que el psicoanálisis alumbra. Sigamos con nuestra velita en ristre y
vamos a ver qué vamos viendo.
Sexualidad no es (sólo) genitalidad. Más bien la genitalidad
es una suerte de estación términi de
un viaje que empieza mucho
más atrás, un viaje cuyo principio y origen ya es sexual, desde el polvo
que nos engendra hasta el pecho que nos alimenta y calma nuestro primer llanto.
Ese encuentro con el pecho nutricio ya es sexual dirá Freud, es más, será la
semilla fundante del deseo. Porque cuando el bebé mama no solo ingiere leche,
también se nutre de calorcito, de contacto, de mirada, de palabras, de silencio y de amor. Con suerte, un completito
muy nutritivo. Calorías para el cuerpito y para eso que llamaremos psijé o alma. Ese mix vincular fusional va a ser la matriz de la sexualidad y la
huella psíquica de esa experiencia, que Freud designa experiencia mítica de satisfacción, se convertirá en la huella
desiderativa, marca de un encuentro original con el otro al que siempre se
evocará y perseguirá en vano pues ya nunca se alcanzará igual. Esa búsqueda tenaz y
al final siempre fallida inscribe la tortuosa ruta del deseo, y a la energía que empuja y lo transita la llamará libido.
A ese primer tiempo fusional de la escala libidinal le
llamará autoerotismo y lo ilustra con el acto del chupeteo
del bebé en el que mediante la acción de
chuparse el dedo o el chupete reedita alucinatoriamente la tal experiencia,
zócalo psíquico de las futuras fantasías. Así pues en esa acción se imbrican la evocación mnémica y el llamado placer de órgano, resultado de la
excitación de una zona precisa, aquí los labios, y que constituye la primera de
las llamadas zonas erógenas, zonas
privilegiadas en el encuentro con el otro, zonas orificiales sede de una
excitación específica por la función de intercambio en juego.
Así pues la
organización libidinal va a presentar
distintas fases en función de la
zona erógena prevalente,
determinando éstas su curso evolutivo.
Serán: la fase oral, la fase anal y la fase genital, aunque más tardíamente (1923) introducirá la fase fálica, precediendo a la fase
genital. Simplemente las enumero pero no entraré en ellas porque sería muy
farragoso. Quedaría para concluir el pastel, añadir el narcisismo y el heterotismo
como los estadíos que completan la serie
objetal que inauguraba el autoerotismo.
¿Cómo andamos de enharinados? Comprendo que para el turista,
para el lego y para el bisoño se haga
ardua la digestión de tanto concepto
condensado. No problemo, que decía el Arnie, hagan como si meditaran, déjenlos
pasar cual si fueran nubes. Y respiren.
Una vez respirados y con todo ese arsenal conceptual en la
mochila estamos en condiciones de abordar el que será su concepto estrella, su
carta en la manga, su dinamita pa los pollos. Señoras y señores, con todos ustedes…la pulsión.
A propósito de ella dirá Freud que “son seres míticos,
grandiosos en su indeterminación” así que mucho me temo que tampoco las
detectará el maldito Isotropón. Su grandeza mítica reside en ser un concepto límite entre lo psíquico y lo somático, ahí es na. Un híbrido para tramitar el eterno
dualismo cuerpo/alma, un ente que permita articular campos heterogéneos como
son lo orgánico y lo simbólico.
Lo introduce en un texto clave, Los tres ensayos para una teoría sexual (1905), en el que tras
hacer un recorrido por las perversiones sexuales catalogadas por Krafft Ebing
en su conocida Psychopathia Sexuallis,
las clasificará en dos géneros, según sean caracterizadas en cuanto a su
desviación del fin o su desviación
del objeto, dejando patente como
planteábamos al principio, que la sexualidad humana no podía pensarse en términos de instinto (instinkt), aquel patrón de conducta sexual que rige en la
naturaleza encaminándola hacia un objeto predeterminado (heterosexual) con el
fin prefijado de la reproducción. Es por eso que recurre al término trieb (pulsión) para desmarcarse de todo naturalismo en lo
que a la sexualidad humana concierne. Demonizar y tachar de antinatural
prácticas como la masturbación o la homosexualidad es no saber de la misa la mitad.
O más bien al verrés, un saber todo-misa.
El paso siguiente va a ser un martillazo a los cimientos de la ideología
reinante. Va a evidenciar lo que era evidente, que hay una sexualidad infantil
pregenital, con objetos parciales y sin fin procreativo, glups, a la manera de
las sexualidades perversas, reglups, lo que le lleva a concluir su escandalosa
tesis de que el niño es un perverso polimorfo.
¡Bang!¡Bang! Freud kaput.
Llegados aquí podría uno preguntarse ¿y para qué tanta
alforja? ¿qué tiene esto que ver con el Taller? Lamento tener que abusar un poco más de su paciencia pero aún nos queda un paso más que
dar. Go on!
Seguimos con Freud. (A Lacan ni mentarlo. Hoy no. No es
computable). La brevedad apremia.
Pues resulta que el organismo se halla sometido a unas
fuentes internas de excitación constante
de cuyo
flujo no puede escapar y que constituye el resorte del
funcionamiento psíquico. Es decir, que el empuje pulsional va a tender a registrarse en
el psiquismo. Y habrá un registro que constituirá el llamado representante representacional (lo que en lacanés llamaremos significantes), y por otro lado
contaremos con el llamado quantum de
afecto, su substrato cuantitativo, condición más borrosa que remite al lado
energético o libidinal.
Malabarismos lacanianos mediante, que hoy tendré que soslayar, me llevan a postular que la
dimensión significante de la pulsión constituirá el territorio del deseo. Y que
la dimensión energética será la propiamente pulsional.
Establecido esto podemos proponer un Taller acerca del deseo
y la sexualidad donde una vez
distinguidos metapsicológicamente los conceptos y sus campos de influencia se hará factible plantear líneas de trabajo específicas.
Habrá que desarrollar todo un trabajo sobre el cuerpo como
vía privilegiada para abordar la dimensión energética de la sexualidad, sus bloqueos y sus
éstasis (con ‘s’, claro, pero con la ‘x’ en el horizonte). Un trabajo donde
la Bioenergética, la Biodanza y el Tantra se amalgaman y encuentran su lugar idóneo de expresión.
Y por el lado del deseo, un trabajo sobre el fantasma y sus
velos, una exploración sobre la encrucijada edípica, sus tramas y sus trabas. Un poner luz allí donde
está oscuro, y ahí, el psicoanálisis y el psicodrama freudiano tienen algo que decir y mucho que escuchar.
Y hasta aquí la semblanza teórica de un taller que es
esencialmente vivencial. Un trabajo sinérgico con Susi, que cada primavera desde
hace muchos años la vida me regala para disfrutar.
En Mamouna, el 14 de febrero de 2016
Hola
ResponderEliminarHe leido tu artículo y me ha parecido superinteresante.
Susi.
Hola. Cómo están? Me gusta mucho el Psicoanálisis de Sigmund Freud. Al día de hoy aún me gusta. Saludos.
ResponderEliminarJajaja, "dinamita pá los pollos", este artículo en 14 de febrero, el taller también fué? taller de deseo y sexualidad día de "los enamorados" se os llena de singles?!
ResponderEliminarPues sí, menos mal que Freud habló...al menos en esta vieja Europa, que en otros lares se mueve la sexualidad desde otros cantares.
Buena idea además de hablar acerca de, y correr velos con la palabra, se vivencie, sienta y ancle la experiencia a través y con el cuerpo: bioenergética, biodanza, tantra.
Niñ@s:A vueltas con las palabras y la perversión era lo no encaminado a la fornicación-fecundación-procreación. Claro, la sexualidad infantil. Polimorfa, of course, sobretodo en la más tierna infancia. Y, quien no viva o trabaje con niñ@s, puede recordar la propia sexualidad, en su infancia.
Al menos actualmente, si alguien nos dice mi niña se masturba con el osito, 3 años, ah, bien, no le cortes el rollo cuando esté en faena, deja que acabe, mira qué bien, con su osito, ya va creando vínculo pulsión-afecto, seguridad, ... Más adelante: dice mi niña que le explique lo de los condones, te la paso. :::La niña ya sabe,...lo que quiere se le explique es "cómo" se pone, literalmente. Perfect: está pre-púber, y lo mismo que se pinta las uñas, quiere estar a punto para...Bien, "mujer" previsora, vale por dos. Dos niños de 5 se masturban en la escalera, y la maestra: oye, no sé si les castigo o no, se harán homosexuales?. No necesariamente, y si así fuera será una opción, simplemente. Solo están exlorando y pasándoselo bien, creían que estaban solicos, así que déjales.
Se habla tanto de "sexo", se erotiza toda publicidad hasta la sopa, y hasta en la sopa. Y, sin embargo, en algunos aspectos, ni Freud, ni toda la educación sexual han acabado de poner luz sobre la sexualidad y el deseo, la afectividad y la diversidad ( biodiversidad ?)
Y más que abriremos las ventanas de la conciencia de y comprensión, como de las libertades y derechos civiles, pues crece una adolescencia que nos habla de su pansexualidad.
P'alante!