Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera es una película del coreano Kim Ki Duk (2003) que ya desde el título nos deja ver el espíritu que la atraviesa, el inexorable paso del tiempo manifestándose en ese continuum que encadenan las estaciones, pero con un sutil hallazgo retórico, esos puntos suspensivos precediendo al nuevo ciclo que anuncia el “… y primavera”.
La
circularidad está servida y como quien
no quiere la cosa nos ha dado un zaska
en el tercer ojo. Porque el viaje como
metáfora de la vida tiende a
imaginarizarse como una diacronía más o menos longitudinal y… va a ser que no. Un análisis, cualquiera que lo haya vivido en sus carnes lo
sabe, es más bien una espiral, una
progresión helicoidal de sentido, decía yo to cursi cuando
era muy joven y las frases engominadas me molaban.
Espiral o helicoidal, la cosa tiene que ver con la circularidad de la repetición.
Desengañémonos, un psicoanálisis, ese viaje a tu lado oscuro, no tiene nada de aventura romántica, encuentro con monstruos góticos y
enigmas en sánscrito. No es una ruta por
lugares remotos y exóticos sino, precisamente, un asomarse a lo más próximo e íntimo de tu ser, que, paradojicamente, resulta inquietantemente extraño e ‘infamiliar’ ( unheimlich dirá Freud, aquí traducido
como ‘lo
siniestro’ o ‘lo ominoso’ y que Lacan neologizará agudamente como
‘lo éxtimo’). Eso que suena tan raro son
los gajes de la represión. Y para poder
acceder a sus matrices, sacarlas a la luz, habrá que transitar cien
veces por sus áreas de influencia, poniendo palabras que vayan decapando laboriosamente intrincadas capas de bizarras resistencias.
Sabemos desde los Estoicos, del poder curativo de la palabra. Que tradiciones esotéricas y religiosas las emplean desde los albores para
exorcismos y maleficios varios. Y ya en el
campo de la (más que discutible) ciencia, que desde Mesmer y su magnetismo animal hasta el hipnotismo de las exhibiciones de Charcot en la Salpetriere pasan cien años
largos.Y ahí emerge el joven Freud, que tras los escarceos iniciales con la
hipnosis, de la mano de Breuer, en lo que serían los orígenes del psicoanálisis, pronto se soltará de su mentor y de su técnica directiva para dejar atrás el método
de la sugestión, mecanismo clave en el fenómeno histórico de la influencia por la palabra. Proponer la regla de la libre asociación es un giro cualitativamente trascendental en su aparente levedad, pues supone sustraerse del eje imaginario propio del recurso sugestivo, para abrirse al eje simbólico de la propia
dinámica significante. Es a partir de ahí que
podemos decir que los cambios no
se producen por ensalmos, abracadabras o sortilegios. Ni siquiera por escribir
cien veces en la
pizarra “no me morderé más las uñas” o cualquier otra letanía
conductista.
Librando a la palabra del amo de turno, y dejándole hacer su hacer, el camino del cambio es la repetición con conciencia.
Y añadiría: en transferencia.
¿Por qué esa apostilla? Veamos.
Es un lugar común que el analizante se presente con una
cantinela tipo “Hoy no sé qué contarte. Ya te lo he contado todo” o “Siento
que no avanzo. Siempre es lo mismo”.
Es obvio que latiguillos de este estilo manifiestan una actitud
resistencial del paciente con su
proceso, pero atención, mi querido colega, en concreto contigo. Es decir, es imprescindible dejar de pensar que lo que le ocurre al paciente es
algo suyo, en tanto que individuo
autónomo, y por lo tanto, algo simplemente personal. Desde la perspectiva psicoanalítica, una vez instalada
la transferencia, lo que le acontece al
paciente en su proceso nos incluye indeleblemente. Es decir, es de orden
vincular. Y es esa circunstancia la clave del
poder transformativo del análisis. Lo que se juega, sea lo que fuere, se
juega en vivo y en directo, “ni en effigie ni en absentia” decía Freud, sino (con la regla de abstinencia por medio, por supuesto) en lo real del cuerpo a cuerpo. Porque lo que está en juego es lo pulsional, por más que su
vehículo sea la palabra.
Y es por eso que las
palabras tienen un lado secreto, que por sorpresa y a contrapié, de vez en cuando nos dejan ver. La queja del
‘lomismo’ es el mantra que delata la censura que amordaza el fluir de la cadena
significante.Y esa es la razón por la que el analista establece la regla
fundamental, que avala y promueve el
libre fluir de las palabras, el “diga usted lo que le venga, sin censurar sus pensamientos…”. Y si
a las palabras las dejas fluir, ellas son de naturaleza juguetona, y en su
discurrir inventan siempre nuevas (y a veces ocurrentes) combinaciones.
Ese invitar a volver a hablar de ‘lo mismo’, si éste, tenaz, se presenta, es lo que permite que al contarlo de nuevo pero introduciendo alguna diferencia
deje de ser ‘lo mismo’ y nos podamos encontrar con lo novedoso y lo distinto.
Una modalidad particular de este fenómeno se observa en el campo de los sueños, ese material psíquico tan fecundo y tan subestimado.
Es el caso de una mujer, madre de un niño al que
sobreprotege por su propia angustia de separación. Un día en una curva asociativa
comentará sobre una pesadilla que se le
repite. Sabemos que es corriente el hecho de sueños con una repetición temática. Constituyen lo que llamaremos series
oníricas. Cada uno tiene sus
favoritas, por más que hay algunas especialmente populares,
siendo el de la caída de dientes un verdadero top one.
Algún día les contaré.
En el caso de esta
mujer se le repiten sueños en los que pierde
a su hijo. Son sueños de mucha angustia que la despiertan en medio de la noche en su
desesperación. Le pido que en lo sucesivo me los cuente cuando acontezcan. Y es así que en el relato minucioso de cada episodio onírico vamos a ir reconociendo elementos que se repiten sistemáticamente, pero a su vez vamos a descubrir
elementos singulares que abren rutas novedosas.Y en ese recorrido pasamos del
horror desolador de un extravío sin rastro alguno al de una desaparición por secuestro, y en ambas hace acto de presencia la culpa mortificante. Otras variantes variopintas tendrán lugar hasta llegar un día en el que se sueña tomando un café con una amiga en unos grandes almacenes y observa tranquilamente a su hijo en la distancia jugar con otros niños, y en una distracción momentánea lo pierde de vista, para al poco caer en la cuenta de que no lo localiza, con el consiguiente sobresalto. Se apresura a
buscarlo, con inquietud, pero con la
confianza de que lo va a encontrar, y efectivamente, para su sorpresa, lo
descubre de la mano de su padre en un quiosco cercano.
Entre los primeros sueños de pánico sin límite hasta el de la
aparición tranquilizadora del padre, transcurren un par de años de análisis,
tiempo en el que tuvimos que transitar reiteradamente por los lugares comunes
de su vida y su forma de habitarlos. Es ese caer en la cuenta de cómo uno se posiciona en cada encrucijada cotidiana
y en el por qué y para qué de su
posición, lo que nos va a facultar para
poder, desatados de los automatismos inconscientes, elegir con conciencia nuestras decisiones y
asumir las consecuencias.
En fin, Primavera, verano, otoño…¡un momento!, estaba a punto de
retomar la circularidad estacional, cuando caigo en la cuenta de que en estos días en los que
septiembre acoge al otoño recién llegado y las golondrinas empiezan a hacer las
maletas, hay un significante de reciente cuño
que anda empujando para hacerse
sitio, le llaman veroño, y como zaska, quiere quedarse. Travesuras lenguajeras
pidiendo la vez.
Que cada uno elija al gusto. Yo, personalmente, prefiero a estas fechas melancólicas
de los últimos calores llamarlas como me enseñó mi abuela. Fueron y serán el
veranito de san Miguel.
Mamouna, finales de
Septiembre de 2016
Feliz inspiración, comme d' habitude, en chanclas o zapatillas, y hasta con botas o descalzo : para tomar apuntes!
ResponderEliminar1. "Porque el viaje como metáfora de la vida tiende a imaginarizarse como una diacronía más o menos longitudinal y… va a ser que no".
Menuda charla me soltó una amiga sobre el sincronario y no calendario...”Si el tiempo en el que vivimos consiste en días y meses desiguales regulados por minutos y horas mecanizadas, en eso es que se convierte nuestra mente: una irregularidad mecanizada”
2. “El camino del cambio es la repetición con conciencia”.
“Y añadiría: en transferencia.”
Quizá la transferencia sea cosa de dos, o de tres, el paciente, el terapeuta, y las figuras que proyecta el paciente en el terapeuta; de cuatro, qué luces y sombras atiende o no el terapeuta, según sus experiencias, expectativas,estado...Y la fase de ese proceso, quizás. Coreografía consciente y conectada. O en construcción, se va gestando en ese vínculo y actos. O inconsciente, no supervisada, autoengaños...
Unos hablan de contratransferencia, otros de puntos ciegos.
Como conducir – o aparcar- sin prestar atención a retrovisores, distraídos y dispersos.
3. En la imagen de esta entrada, el individuo podrá repetir subir y caerse, o tirarse, ad infinitum, o “caer en la cuenta” de la repetición de “siempre lo mismo”.
Me quedo con una declaración, tan completa en sí:
“caer en la cuenta de cómo uno se posiciona en cada encrucijada cotidiana y en el por qué y para qué de su posición, lo que nos va a facultar para poder, desatados de los automatismos inconscientes, elegir con conciencia nuestras decisiones y asumir las consecuencias”.”
4. Se puede saber qué cola-cao te dieron? Tras otro nutritivo blog, uno me voy a tomar con galletas. Que el veroño, trajo nublados y lluvias, adiós Miguel. Gracias Javier.
pdt: hablando de repetir: había enviado ya este comentario?lo encuentro y no sé si lo envié. Más cola-cao para mi memoria!