Se dice rápido, de una tacada, pero Arte, Verdad y Sujeto...son palabras mayores, muy mayores, tal vez porque ante ellas yo me siento chiquito.
Pero es que el Saber impone, me impone, pues cuando uno expone sobre un tema, se expone públicamente con su falta, y eso, claro, da vértigo.
A menudo me pregunto cuando me descubro en estos trances, ¿qué tengo yo que decirle al mundo, si no soy más que un simple psicoanalista de provincias? Y termino respondiéndome que no más que las ocurrencias que me surgen tras más de treinta años de estudio y experiencia.
Desde ahí expongo y me expongo. Si les sirve de algo, estupendo, y si no, ¡qué le vamos a hacer! Quien ofrece lo que tiene, no está obligado a más, dice el proverbio, y además, en el intento, con el vertiguillo incluido, me lo paso bien. Y espero que ustedesvosotros también.
Así que quien quiera, ya sabe, la entrada es libre, pero el viaje no es gratis. Avisados estáis.
Ahí vamos.
Cuenta una vieja leyenda que el origen de la pintura sucedió en Corinto cuando una joven enamorada dibujó sobre la pared a la luz de una vela el perfil tililante de su amado antes de partir para la batalla, en el intento de capturar en aquella silueta la presencia de su hombre ausente.
Es una poética manera de ilustrar en qué consiste el acto de representar: presentificar (hacer presente) una ausencia, esencia de la función de simbolización, que ya convinimos que consiste en representar a la cosa (hacerla presente) en su ausencia.
Ahí reside la función simbólica del lenguaje.
Por eso Hegel afirma que "la palabra mata la cosa", que es una manera poética de decir que el lenguaje implica la pérdida de la tal cosa (Das Ding, para más datos), es decir, la pérdida de la relación de coalescencia con ella en tanto en cuanto la intrusión del lenguaje nos infiltra y expulsa del orden de Naturaleza y nos exilia para siempre al tortuoso e incierto territorio de la Cultura, asuntos recreados en los mitos de La expulsión del Paraíso y de La Torre de Babel ya tratados en posts anteriores.
Hablamos pues del lenguaje, un código representacional que va más allá de las palabras, su dimensión verbal, pues contamos con una variada paleta de vías expresivas, como por ejemplo el lenguaje visual, éste a través de imágenes, que sería el campo específico de la pintura.
Decíamos que la leyenda situaba su origen en una alcoba corintia y en manos de una doncella enamorada, pero tenemos testimonios fehacientes menos románticos y bastante más arcaícos, como son los bisontes de Altamira y toda una variopinta y estilizada colección de garabatos rupestres.
Así pues, la actividad pictórica se revela como una iniciática capacidad simbólica que constata el pasaje siempre brumoso del humono perdido al humano sapiens.
Situados ya en el casillero de salida podemos decir que desde su origen milenario hasta prácticamente antesdeayer, (los umbrales del siglo XX), la historia de la pintura ha recorrido un largo camino caracterizado por su intento de representar la realidad de una manera mayoritariamente figurativa, es decir, apelando a reproducir en su figurabilidad un reflejo más o menos fiel de lo percibido (mimesis) o lo imaginado (phantasia), pues tanto nos da para el caso el bisonte cavernícola como el unicornio azul.
Tendremos que añadir, siguiendo a Gubern, que en esta disposición que podemos denominar pulsión icónica, junto a esa tarea figurativa se suma el anhelo de aunarla con una dimensión estética, es decir, reflejo de belleza y de maestría.
Esta bautizada "pulsión icónica", de inequívoca inspiración freudiana, habremos de articularla con la figura de la sublimación, concepto este sí cien por cien made in Freud, postulado, Diccionario de Psicoanálisis dixit, para "explicar ciertas actividades humanas que aparentemente no guardan relación con la sexualidad pero que hallarían su energía en la fuerza de la pulsión sexual, destacando especialmente entre ellas la actividad artística.
Por otra parte, la palabra "sublimación" también es utilizada en química para designar el proceso que hace pasar directamente un cuerpo del estado sólido al estado gaseoso."
Así pues, daría cuenta de un proceso transformativo cualitativo, una suerte de alquimia energética que permitiría reemplazar el fin sexual original por una actividad creativa..."socialmente valorada", apostilla Freud.
Hay que decir que la tesis freudiana es heavy y arriesgada porque siendo como es una intuición brillante y fecunda presenta a su vez algunos contornos tópicos y dinámicos imprecisos y discutibles, pero no me voy a poner metapsicológico; una vez más, este no es el sitio. Me limitaré a un distendido devaneo sobre algunos aspectos parciales de tan ubérrimo jardín.
Así que volviendo a la belleza y a la maestría, tomaremos a la pintura como cabeza visible de las Bellas Artes, aquellas disciplinas que encauzan las manifestaciones creativas del personal ajustándose tradicionalmente a un canon de belleza y de sentido.
Pero son precisamente estas cuestiones de tradición y de canon las que van a ocupar un lugar central en el arte del último siglo, tan central como convertirse en la diana de todos los ataques a los que les van a someter las sucesivas oleadas transgresivas de las rampantes Vanguardias.
Porque de eso se trata, el arte en la modernidad se convierte en un arma, la punta de lanza de un movimiento fundamentalmente subversivo. Si no lo creen, basta que se tomen el tiempo de leerse el manifiesto de presentación de su "...ismo" favorito. No falla.
Para los que anden más ocupados les transcribo una frase-sentencia, al estilo de las que circulan por las redes, del maestro Araki, que es toda una declaración de principios:
"Art is all about doing what you shouldn't "
Que en traducción libre vendría a decir que "Arte es todo aquello que hagas que no deberías"
Pero antes de subirnos al tren de una Revolución tan tentadora conviene echar un vistazo a la trastienda.
Recuperaremos para la ocasión la pieza protagonista de Art, la tragicomedia de Jazmina Reza de la que hablamos en el último post ( ARTE I ). Recordarán que se trata de una tela de 1,60 por 1,20 metros pintada de blanco. El fondo es blanco y, aguzando la vista, los que entienden dicen apreciar unas finísimas líneas transversales blancas. Es un "Antrios" y le ha costado una pasta gansa a Sergio, un tipo con ínfulas de moderno que se lo muestra todo ufano a su estimado amigo Marcos, quien tras la sorpresa inicial deja paso, primero a la incredulidad, y acto seguido, entre burlonas carcajadas, a una sentencia demoledora:
"Este cuadro es una mierda". No hay más.
Dejando a un lado la tempestad emocional que desencadena y la turbia trama vincular que destapa poniendo en evidencia la supuestamente sólida y confortable amistad de los dos colegas de toda la vida y sus imposturas, verdadero meollo de la obra, me desviaré de momento a lo que nos puede aportar alguna luz en el tema que estamos desarrollando, es decir, el papel (sublimatorio?) del arte, y en concreto el arte de vanguardia.
En la sátira de Reza, se pone vitriólicamente en cuestión el valor y el sentido de ese cuadro blanco, un "Antrios" de los setenta, presunto chollo adquirido por Sergio. Hay que aclarar que la idea monocromática supuestamente rompedora que luce el "Antrios", inscribiéndose en las filas del vanguardismo, anda un tanto gastada, si no caduca, pues no es más que un plagio setentero de un cuadro que pintó Malevich en los inicios del siglo XX. En concreto hablamos de Blanco sobre blanco, un lienzo de 1918 que muestra un cuadrado blanco ligeramente inclinado sobre un fondo blanco y que en su día generó una gran polémica.
Decir que Malevich es el adalid y fundador en 1915 del Suprematismo, un movimiento de la vanguardia artística rusa que introdujo la abstracción geométrica en su guerra contra la representación y las formas. Llevaba hecho un buen rodaje previo. En 1912, colaboró con Mayakovski en el manifiesto titulado "Bofetada al gusto público", donde se reivindicaba "el derecho del poeta a crear nuevas palabras utilizando arbitrariamente vocablos, formas y fragmentos...". Traigo a colación esta cita para ilustrar la determinación de las vanguardias en su propósito de subversión, decíamos antes, del canon formal y del sentido.
Pero claro, bucea uno un poco en la Wikipedia, verdadero mare nostrum de nuestra cibercultura, y se encuentra con respecto a Malevich y su obra con comentarios de esta guisa (transcribo):
"Malevich, a través del Suprematismo, se impone la tarea ingente de recodificar el mundo."
O este otro:
"Malevich dominó las condiciones de la existencia humana, de modo que pudo operar con un lenguaje cósmico para afirmar el orden global y las leyes generales del universo.
Hablaba con su arte como una nueva forma de búsqueda de Dios, el símbolo de una nueva religión"
Y respecto al Cuadrado Blanco :
"Pretendía que el espectador evocara una sensación de flotar, pues el blanco simboliza el infinito del vacío por llenar y la ligera inclinación procura el movimiento por su inestabilidad".
¡No se iba a enfadar el perplejo de Sergio ante la ofensiva ignorancia del palurdo de Marcos!
"Hay gente que no se entera". No hay más.
Perplejo ando yo con revoluciones que buscan a Dios y con apostasías del sentido tan pretenciosas y arbitrarias, congruentes por otra parte con la disparatada megalomanía que las inflama. La paranoia es un combustible muy poderoso y viene de lejos la borrosa vecindad entre el artista y la locura. Pero ¡ojo!, para nada estoy afirmando que Malevich estuviera loco, no tengo ninguna constancia al respecto, ni que no fuera un genio. No soy nadie para emitir esos juicios. Pero sí puedo cuestionar ciertas sacralizaciones que entronizan de forma idealizada a las personas y a sus obras. Es más, me parece un ejercicio saludable que les recomiendo practicar. Ahí tienen a Jazmina Reza, alumna avezada, dejándonos por el camino algunas miguitas de pan.
Y como la ciencia avanza que es una barbaridad resulta que en 2015, con motivo de su centenario, se restauró Cuadrado negro sobre fondo blanco, la obra epigonal de Malevich con la que nace el Suprematismo y que seguramente ustedes conocerán y si no, tienen fácil imaginársela, simplemente sigan la descripción del título al pie de la letra. Sin más.
Y mira tú que al pasarla por rayos x se encontraron con algunas sorpresas. Más allá de que aparecieran rastros de algunos bocetos previos, lo más interesante fue la inscripción que descubrieron escrita en una esquina : "Dos negros peleando en una cueva"
¡Vaya por Dios! Enigmática inscripción.
Pero llegan los eruditos y nos desvelan el enigma. Resulta que alude a una obra del escritor Alfonse Allaise, perteneciente a "Los incoherentes", grupo de artistas bohemios de París, que en 1887 publicó un álbum humorístico de obras monocromáticas con títulos así de curiosos:
Un rectángulo negro titulado "Combate de negros en un túnel"
Un rectángulo blanco titulado "La primera comunión de niñas anémicas en la nieve"
O el rectángulo rojo titulado "Cardenales apopléticos recogiendo tomates en la orilla del Mar Rojo"
¡Chapeau con el dislate! No me cabe ninguna duda de que era buena la absenta que bebían aquellos Incoherentes en sus juergas creativas en los salones bohemios de París, y que se lo pasaban en grande.
También debía pasárselo bien Malevich con Mayakovski y compañía en compañía de una buena botella de vodka en las frías tardes moscovitas mientras se cocía la revolución.
Pero ambas consideraciones no pasan de ser intuiciones personales.
Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que todos aquellos artistas conocían a fondo los entresijos de los movimientos de vanguardia franceses. Y, sorpresas te da la vida, un siglo después ... ¡Voilá!
El cuadro considerado el punto cero del arte moderno, el torpedo que sabotea la línea de flotación del arte figurativo, el icono por excelencia de la Modernidad, resulta que al fin y a la postre no es más que un chiste, o el hijo de un chiste, o su primo.
El problema no es ese, ¡por Duchamp!, ¡larga vida a los chistes! El problema es que Malevich lo conocía, y lo plagia, y silencia el plagio, y para más inri en su plagio no hay humor sino monserga. De la ocurrencia chocante y de la guasa hace sermón. Y los párrocos de la crítica lo bendicen. Y los feligreses de la parroquia dicen a coro "¡Amén Señor!".
¿Y dónde queda aquí la verdad subjetiva?
Ya sé que Delacroix decía que "en arte, todo es mentira" y cierto es que el arte es antes que nada artificio en tanto que la obra no es la cosa en sí sino su representación. Pero no se trata aquí de debatir esas cuestiones, ni del grado de pericia realista del artista, ni del verismo del retrato o del bodegón. Cuando hablamos de la verdad subjetiva es de Perogrullo que hablamos de la verdad del sujeto, y en este caso pareciera obvio que supondría hablar de la verdad del autor. Pero lamentablemente no va a ser posible pues lleva muerto mucho tiempo y no tendremos la oportunidad de escuchar su testimonio al respecto, dejándonos sólo espacio para elucubranzas de las que obviamente tendrán que eximirme por hoy.
Pero no se me despidan todavía, pues nos queda un último aspecto que tratar. Descuiden, seré breve.
Ante una obra artística no sólo está presente en ausencia el autor, también cuenta, de hecho es imprescindible, la presencia presente del espectador. Y en realidad es la que más nos importa pues es la que realmente nos concierne, pues cuando contemplamos una obra, cuando nos paramos y nos dejamos estar ante ella, indefectiblemente nos interpela.
¿Qué nos parece? ¿Qué sentimos? ¿Qué pensamos? ¿Qué nos suscita? ¿Qué nos evoca? ¿Qué coño es esto?
Preguntas intransferibles que cada uno debe responder. O no.
Pero en esa respuesta y en lo que uno hace con ella se juega la verdad subjetiva.
Volvamos a Art y veamos si nos presta alguna pista.
Tenemos a Sergio, todo orgulloso y preciado de haberse quedado casi arruinado con tal de adquirir ese mamotreto blanco que responde al nombre de "un Antrios". Un objeto que para él le confiere un estatus privilegiado, avalado por la opinión de los expertos que determinan el valor de una obra en función de unos criterios bastante aleatorios regidos por las misteriosas leyes del mercado.
Y tenemos a Marcos ( he suprimido a Iván a conciencia y con conciencia de mi crimen de lesa majestad, pero es lo que tienen los recortes ) referente admirado de Sergio, a quién él de alguna manera ha apadrinado desde la adolescencia. Cuando le muestra to preciado su falo y se lo ridiculiza llamándolo "una mierda blanca", le está siendo sincero pues opina así del despropósito de su amigo, pero más allá de su opinión artística, en su carcajada hay desprecio, es decir, agresión. Agresión contra su pupilo que de un tiempo a esta parte se ha alejado de su benefactora tutela y se ha atrevido a volar solo o a buscarse sospechosas nuevas compañías. Es decir, lo ha desbancado de su rutilante trono de mentor fálico.
Juego de tronos. Juego de falos. El pastel está servido.
Así pues, más allá de la excelencia o del bodrio que uno pueda ver en el Antrios, porque para gustos los colores, incluido el blanco, lo que se está jugando aquí es otra cosa. De esa otra cosa va la verdad del sujeto, y desde Freud sabemos que es inconsciente. Mismamente.
Ahí les dejo.
Una última recomendación. Art, si tienen ocasión, no se la pierdan. Genuina diversión.
Mamouna, Septiembre 2017
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