Veamos ahora un caso donde se
muestra con claridad el fenómeno de la repetición y sus
avatares. Se trata de F, una paciente de largo recorrido
terapéutico a la que llevo viendo quincenalmente desde hace no llega un año. Me
comenta:
- "Me he dado cuenta de cómo
facilito situaciones que tendría que resolver el otro. Tenía cita con el médico
y necesitaba ausentarme del trabajo un rato por lo que alguien tendría que
cubrirme, y en vez de comunicarlo a Dirección y que ellos se encargaran de
resolver el tema, lo he arreglado cambiando turnos con un compañero, lo que me
obliga a tener que doblar el próximo día.
- ¿Lo relacionas con algo?
- Me viene la sensación de
"no molestar". Me pasaba también con mi familia. No les planteaba mis
problemas, ya me apañaba yo. La cosa era molestar lo menos posible.
Aquí me he dado cuenta, pero
demasiado tarde. Comunicárselo no era molestarles porque es su responsabilidad.
Sin embargo, en otra situación sí que he podido cambiar. Me dijo ayer la
Directora, "tenemos que hablar de x" "Vale, pero tendrá que ser
mañana, ahora no puedo". Y hoy he estado a punto de ir a buscarla para
hablar, pero ¡me he contenido! Si quiere algo de mí, que me busque. Me ha
costado, pero me siento satisfecha."
Siempre planteo que hay dos
modalidades de repetición:
- La repetición de lo mismo, repetición pura y dura que yo
llamo rayadura, a la manera de los discos rayados de antaño que
reenviaban la aguja una y otra vez a la misma frase musical.
- La repetición con conciencia como puerta para el cambio, a la
manera de Bill Murray en el día de la marmota, que tropezándose una
y otra vez en la misma piedra aprende a reconocerla y a cuestionarse qué
demonios le empuja a ello, única manera de poder elegir una alternativa
diferente.
En el fragmento citado, vemos
como F se descubre a posteriori repitiendo una conducta de
pleitesía hacia el Otro lo que le posibilita rectificar el patrón vincular en
la siguiente ocasión.
Hay que aclarar que no fue
sencillo llegar ahí. El empuje a la repetición bebe del goce y es cabezota.
Hace falta lucidez y coraje para zafarse de la marmota.
El camino pasa por el farragoso
tránsito de la ruta significante, tránsitos permutantes de ida y vuelta que de
vez en vez hacen clic y abren brecha. Nuestra labor implica esa escucha atenta,
necesaria para percatarse del clic que resuena y asoma en el flujo del discurso
dominante. Veamos un ejemplo en otro tramo de la sesión de F. Dice:
"- Este finde me tocaba
hacerme cargo de mi padre. Yo hago la comida y normalmente vienen a comer con
nosotros mi hermano y su mujer. En esta ocasión me llamó para avisarme de que no
venían. Tras colgar me empezó un malestar que fue yendo a más hasta que de
repente me di cuenta que sentía abandono (se pone a llorar) y
fue reconocerlo y nombrarlo y se me calmó ese malestar profundo. Me di cuenta de
mi necesidad de engancharme a alguien para sentirme segura, porque en esas
situaciones me siento como una niña desvalida, abandonada.
-¿A dónde te lleva esa niña
abandonada?
- Me voy siempre a cuando me
enviaron interna al colegio con diez años, pero ahora no sé si ya antes
me sentí así...
- ¿Cuándo pudiste sentirte así
antes?
- Me viene que cuando nació mi
hermano. Yo tenía cuatro años, y él estuvo muy malito, el pobre, y yo no sentía
atención. Toda la atención estaba en él, y pasé de ser la reina de la casa a no
ser nada, a no ser vista.
- De sentirte que eras todo a
sentirte nada
-Sí
- ¿Pero realmente crees que pudo
ser así? No es lo mismo destronarte que abandonarte.
- ¡Es verdad! Pero yo lo debí
vivir así...lo del domingo es un hecho que lo muestra.
- Cierto, pero es importante
poder distinguir el fantasma de la realidad.
---Y corto ahí la sesión---
Este segundo fragmento condensa
de forma apretada varias cuestiones que venimos desarrollando. Desde el efecto
benefactor que supone la nominación del malestar bizarro al valor de la
repetición temática como ocasión para la progresión significante. En esta
ocasión, cuando llegados al lugar común de su ingreso en el internado como
experiencia traumática fundante de su vivencia de abandono, se abre a la duda
de un posible más allá, apertura que yo capturo al vuelo y tiro de la lengua, y
resultado de esa indagación caemos de bruces en el pozo traumático original que
supuso la irrupción de su hermanito en escena, usurpación destronante de su
reinado fálico. Revisitar ese escenario primordial permite elucidarlo y
elaborarlo, es decir, resignificarlo. Poder discernir desde la mirada del
adulto el callejón sin salida de la dialéctica totalitaria imaginaria (o todo o nada) en el que
quedó atrapada la niña, y desde esta nueva perspectiva abrirse a una lectura
parcializante y pacificadora.
“La vida no es la que uno vivió,
sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla” escribió Gabriel García
Márquez. Freud, cien años antes, anticipó esta sentencia con su distinción entre
la realidad psíquica y la realidad histórica, subrayando la primacía de la
primera sobre la segunda y destacando que pese a su dimensión psíquica
constataba su eficacia fáctica.
Es una prueba palmaria del poder
del fantasma inconsciente conduciendo nuestras vidas. Sólo su elucidación
consciente nos permitirá reconocerlo cuando se nos presente en acción y, así advertidos,
podremos salirnos de la inercia del automatismo recalcitrante y optar a una
respuesta novedosa y más libre.
Excelente artículo, Javier. Esclarecedor.
ResponderEliminarMe ha gustado esa distinción entre la repetición de lo mismo y la repetición con conciencia. Ya que en el segundo caso pusiste a Bill Murray como ejemplo, en el primero encaja perfecto Guy Pearce en Memento.
Reconocer la primacía de la realidad psíquica es lo que le da la importancia suprema al trabajo del psicoanálisis.
Abrazo!
Sabrosa "Memento". Merecería un post. Tal vez.
EliminarFlipante tu blog don Frodo.
un abrazo desde el Mediterráneo.