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viernes, 19 de abril de 2019

Fragmentos brujulares







Veamos ahora un caso donde se muestra con claridad el fenómeno de la repetición y sus avatares. Se trata de F, una paciente de largo recorrido terapéutico a la que llevo viendo quincenalmente desde hace no llega un año. Me comenta:

- "Me he dado cuenta de cómo facilito situaciones que tendría que resolver el otro. Tenía cita con el médico y necesitaba ausentarme del trabajo un rato por lo que alguien tendría que cubrirme, y en vez de comunicarlo a Dirección y que ellos se encargaran de resolver el tema, lo he arreglado cambiando turnos con un compañero, lo que me obliga a tener que doblar el próximo día.
- ¿Lo relacionas con algo?
- Me viene la sensación de "no molestar". Me pasaba también con mi familia. No les planteaba mis problemas, ya me apañaba yo. La cosa era molestar lo menos posible.
Aquí me he dado cuenta, pero demasiado tarde. Comunicárselo no era molestarles porque es su responsabilidad. Sin embargo, en otra situación sí que he podido cambiar. Me dijo ayer la Directora, "tenemos que hablar de x" "Vale, pero tendrá que ser mañana, ahora no puedo". Y hoy he estado a punto de ir a buscarla para hablar, pero ¡me he contenido! Si quiere algo de mí, que me busque. Me ha costado, pero me siento satisfecha."

Siempre planteo que hay dos modalidades de repetición:
- La repetición de lo mismo, repetición pura y dura que yo llamo rayadura, a la manera de los discos rayados de antaño que reenviaban la aguja una y otra vez a la misma frase musical.
- La repetición con conciencia como puerta para el cambio, a la manera de Bill Murray en el día de la marmota, que tropezándose una y otra vez en la misma piedra aprende a reconocerla y a cuestionarse qué demonios le empuja a ello, única manera de poder elegir una alternativa diferente.
En el fragmento citado, vemos como F se descubre a posteriori repitiendo una conducta de pleitesía hacia el Otro lo que le posibilita rectificar el patrón vincular en la siguiente ocasión.
Hay que aclarar que no fue sencillo llegar ahí. El empuje a la repetición bebe del goce y es cabezota. Hace falta lucidez y coraje para zafarse de la marmota.
El camino pasa por el farragoso tránsito de la ruta significante, tránsitos permutantes de ida y vuelta que de vez en vez hacen clic y abren brecha. Nuestra labor implica esa escucha atenta, necesaria para percatarse del clic que resuena y asoma en el flujo del discurso dominante. Veamos un ejemplo en otro tramo de la sesión de F. Dice:

"- Este finde me tocaba hacerme cargo de mi padre. Yo hago la comida y normalmente vienen a comer con nosotros mi hermano y su mujer. En esta ocasión me llamó para avisarme de que no venían. Tras colgar me empezó un malestar que fue yendo a más hasta que de repente me di cuenta que sentía abandono (se pone a llorar) y fue reconocerlo y nombrarlo y se me calmó ese malestar profundo. Me di cuenta de mi necesidad de engancharme a alguien para sentirme segura, porque en esas situaciones me siento como una niña desvalida, abandonada.
-¿A dónde te lleva esa niña abandonada?
- Me voy siempre a cuando me enviaron interna al colegio con diez años, pero ahora no sé si ya antes me sentí así...
- ¿Cuándo pudiste sentirte así antes?
- Me viene que cuando nació mi hermano. Yo tenía cuatro años, y él estuvo muy malito, el pobre, y yo no sentía atención. Toda la atención estaba en él, y pasé de ser la reina de la casa a no ser nada, a no ser vista.
- De sentirte que eras todo a sentirte nada
-Sí
- ¿Pero realmente crees que pudo ser así? No es lo mismo destronarte que abandonarte.
- ¡Es verdad! Pero yo lo debí vivir así...lo del domingo es un hecho que lo muestra.
- Cierto, pero es importante poder distinguir el fantasma de la realidad.
---Y corto ahí la sesión---

Este segundo fragmento condensa de forma apretada varias cuestiones que venimos desarrollando. Desde el efecto benefactor que supone la nominación del malestar bizarro al valor de la repetición temática como ocasión para la progresión significante. En esta ocasión, cuando llegados al lugar común de su ingreso en el internado como experiencia traumática fundante de su vivencia de abandono, se abre a la duda de un posible más allá, apertura que yo capturo al vuelo y tiro de la lengua, y resultado de esa indagación caemos de bruces en el pozo traumático original que supuso la irrupción de su hermanito en escena, usurpación destronante de su reinado fálico. Revisitar ese escenario primordial permite elucidarlo y elaborarlo, es decir, resignificarlo. Poder discernir desde la mirada del adulto el callejón sin salida de la dialéctica totalitaria imaginaria (o todo o nada) en el que quedó atrapada la niña, y desde esta nueva perspectiva abrirse a una lectura parcializante y pacificadora.

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla” escribió Gabriel García Márquez. Freud, cien años antes, anticipó esta sentencia con su distinción entre la realidad psíquica y la realidad histórica, subrayando la primacía de la primera sobre la segunda y destacando que pese a su dimensión psíquica constataba su eficacia fáctica.
Es una prueba palmaria del poder del fantasma inconsciente conduciendo nuestras vidas. Sólo su elucidación consciente nos permitirá reconocerlo cuando se nos presente en acción y, así advertidos, podremos salirnos de la inercia del automatismo recalcitrante y optar a una respuesta novedosa y más libre.

2 comentarios:

  1. Excelente artículo, Javier. Esclarecedor.
    Me ha gustado esa distinción entre la repetición de lo mismo y la repetición con conciencia. Ya que en el segundo caso pusiste a Bill Murray como ejemplo, en el primero encaja perfecto Guy Pearce en Memento.
    Reconocer la primacía de la realidad psíquica es lo que le da la importancia suprema al trabajo del psicoanálisis.

    Abrazo!

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    1. Sabrosa "Memento". Merecería un post. Tal vez.
      Flipante tu blog don Frodo.
      un abrazo desde el Mediterráneo.

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