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martes, 26 de noviembre de 2013

POR EL CAMINO DE HITCHCOCK I: RECUERDA





Hitchcock es a mi entender el principal divulgador del legado freudiano por su mirada incisiva sobre el lado oscuro de sus personajes y la elección de guiones donde la presencia del conflicto psíquico determina el desarrollo de sus tramas (Piénsese además de las incluidas en el ciclo, en cintas como Vértigo, Los pájaros, Extraños en un tren…)

Recuerda, sería la película canónica sobre el psicoanálisis junto a Freud, pasión secreta de John Huston, su biografía fílmica, pero ésta es de 1964 y la de Hitch es de 1945, apenas a un lustro de la muerte de Freud, homenajeado en esa especie de alter ego que es el anciano Dr. Brulov. Podríamos decir que es casi un curso práctico sobre la teoría y la técnica del método psicoanalítico  que despliega alrededor de una historia romántica y detectivesca.
Hoy me limitaré a presentar el santo y seña del psicoanálisis: el Inconsciente y sus manifestaciones
El psicoanálisis es una terapia muy rara, no tanto por lo raro que podamos resultar los psicoanalistas cuanto por el objeto central que vertebra su edificio: el Inconsciente, un término que más que como adjetivo designa una instancia del aparato psíquico y una operatoria que rige nuestras vidas más allá de nuestra conciencia y nuestra voluntad. Comprendería ese campo de contenidos mentales que nuestra conciencia ha rechazado por dolorosos o inaceptables. Ese rechazo constituye la represión y condena al olvido a toda una serie de contenidos que llamaremos reprimidos. Pero esos elementos no son restos pasivos sepultados bajo la alfombra. Como dije antes están sujetos a una dinámica interna que tiende a manifestarse, a hacerlos manifiestos, y lo consigue a través de productos deformados o disfrazados que llamaremos las formaciones del inconsciente. Destacaremos dos: El síntoma y el sueño.


EL SÍNTOMA                                                                 

Recuerda es un relato en el que se ejemplifica muy didácticamente la lógica subyacente en la constitución de un síntoma. El nuevo director (Gregory Peck) de una residencia psiquiátrica presenta una conducta un tanto extraña, desde una irritabilidad exacerbada ante un hecho nimio (las rayas que dibuja sobre el mantel con un tenedor la Dra. Petersen-Ingrid Bergman) hasta una crisis de angustia que le lleva al desvanecimiento en el quirófano. Estos sucesos revelan que no es la persona que dice ser y que en realidad desconoce su propia identidad pues sufre de amnesia. A partir del hallazgo de esta suplantación aparece la sospecha de haber asesinado al desaparecido  que se transforma en la certeza subjetiva de una culpa. Indagar qué subyace en esa culpa nos permitirá resolver el caso policiaco y el clínico. 

Las pesquisas  de la analista que a la manera de un detective investiga el sentido cifrado que el síntoma encierra, le lleva a deducir que su espanto ante las rayas negras sobre el blanco remite a un acontecimiento traumático sucedido en la nieve y que guarda relación con la infancia. Efectivamente, tras afrontar una situación límite en la reviviscencia de la escena temida actual, (el descenso esquiando rumbo al precipicio), forzando una catarsis que deshará por ensalmo el entuerto al irrumpir a la conciencia el recuerdo infantil reprimido (fatídico tobogán que arroja al hermanito a ensartarse en unos barrotes de la verja negra contra un fondo claro) en un doble paso. Del “Yo mate a mi hermano” inicial y coagulado en el olvido, al “No, no lo mate, fue un accidente”, resignificación del suceso que le permite su toma de conciencia. Así pues, es la reactivación del complejo traumático inconsciente por el “accidente-asesinato” del que es testigo en la estación de esquí lo que dispara la amnesia como defensa sintomal para no “perder la razón”, aunque éste es un planteamiento erróneo, pues es la negación la que enloquece y el reconocimiento de la verdad lo que cura. Hay que añadir que el mensaje-desenlace que nos regala Hitchcock, “era un malentendido a desfacer, sólo fue un accidente”, rumbo al happy end, no vela un aspecto más oscuro que nos apuntó en los inicios del film por boca de la doctora Bergman: “Hay gente que se cree culpable de algo que no ha hecho y la causa suele remontarse a la infancia…A veces, un niño desea que le pase algo malo a alguien y crece con complejo de culpa por algo que no fue más que una pesadilla infantil.”
Lo cual pone el dedo en la llaga. La llaga se llama complejo de Edipo e implica un cambio de paradigma. El núcleo traumático deja de ser el acontecimiento y da paso a algo mucho más inquietante como es nuestro deseo.


EL SUEÑO

Freud dirá que los sueños son la vía regia del Inconsciente. Es decir, que el material onírico lleva las marcas del inconsciente, y como tal conserva una suerte de capacidad significante altamente productiva. Como ya dijimos, lo inconsciente es una operatoria que procesa el material reprimido en su afán por manifestarse. Así tendremos que distinguir el llamado contenido latente, las ideas reprimidas motor del sueño, del contenido manifiesto, la apariencia que presentan tras sufrir el encriptado que las disfraza para poder atravesar la censura. Componen un rompecabezas que a través de la libre asociación proveerá de los elementos que interpretación mediante desvelarán sentidos ocultos. Ahora bien hay que aclarar que lo que se muestra en la película no es el método correcto que Freud propone, pues precisamente el cambio sustantivo del vienés frente a la tradición milenaria  es lateralizar la figura del oniromántico de turno y darle la palabra al soñante, que en sus asociaciones aportará las claves singulares del sentido, más allá de un código simbólico universal y cerrado como el que presentan los diccionarios de sueños al uso. Hay que remarcar pues, el gran valor que los sueños encierran  ya que en sus imágenes condensadas nos dan un retrato estructural del inconsciente. Para hacer operativa esa información cifrada es preciso conocer las claves estructurales de la subjetividad que aquí no podemos desarrollar pero que están admirablemente recogidas y expuestas en un texto de Ignacio Ruiz titulado “Progresión onírica y análisis estructural de los sueños”.
Terminaré rescatando una frase que pronuncia Ingrid Bergman en su debate con su maestro:
“Pues no vamos contra la ley, antes al contrario, vamos a su favor, pues somos médicos en busca de la verdad, verdad que no alcanza la policía”.
La verdad que le interesa al psicoanálisis es la verdad inconsciente, es decir, la verdad del deseo que el inconsciente encierra.

                                                                                                      Javier Arenas, otoño 13.

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