Hitchcock es a mi entender el principal divulgador del
legado freudiano por su mirada incisiva sobre el lado oscuro de sus personajes y
la elección de guiones donde la presencia del conflicto psíquico determina el
desarrollo de sus tramas (Piénsese además de las incluidas en el ciclo, en cintas
como Vértigo, Los pájaros, Extraños en un
tren…)
Recuerda, sería la
película canónica sobre el psicoanálisis junto a Freud, pasión secreta de John Huston, su biografía fílmica, pero
ésta es de 1964 y la de Hitch es de 1945, apenas a un lustro de la muerte de
Freud, homenajeado en esa especie de alter ego que es el anciano Dr. Brulov.
Podríamos decir que es casi un curso práctico sobre la teoría y la técnica del
método psicoanalítico que despliega
alrededor de una historia romántica y detectivesca.
Hoy me limitaré a presentar el santo y seña del
psicoanálisis: el Inconsciente y sus manifestaciones
El psicoanálisis es una terapia muy rara, no tanto por lo
raro que podamos resultar los psicoanalistas cuanto por el objeto central que
vertebra su edificio: el Inconsciente,
un término que más que como adjetivo designa una instancia del aparato psíquico
y una operatoria que rige nuestras vidas más allá de nuestra conciencia y
nuestra voluntad. Comprendería ese campo de contenidos mentales que nuestra
conciencia ha rechazado por dolorosos o inaceptables. Ese rechazo constituye la represión y condena al olvido a toda
una serie de contenidos que llamaremos reprimidos. Pero esos elementos no son
restos pasivos sepultados bajo la alfombra. Como dije antes están sujetos a una
dinámica interna que tiende a manifestarse, a hacerlos manifiestos, y lo
consigue a través de productos deformados o disfrazados que llamaremos las formaciones del inconsciente.
Destacaremos dos: El síntoma y el sueño.
EL SÍNTOMA
Recuerda es un relato en el que se
ejemplifica muy didácticamente la lógica subyacente en la constitución de un
síntoma. El nuevo director (Gregory Peck) de una residencia psiquiátrica
presenta una conducta un tanto extraña, desde una irritabilidad exacerbada ante un hecho nimio (las rayas que dibuja
sobre el mantel con un tenedor la Dra. Petersen-Ingrid Bergman) hasta una crisis de angustia que le lleva al
desvanecimiento en el quirófano. Estos sucesos revelan que no es la persona que
dice ser y que en realidad desconoce su propia identidad pues sufre de amnesia. A partir del hallazgo de esta
suplantación aparece la sospecha de haber asesinado al desaparecido que se transforma en la certeza subjetiva de
una culpa. Indagar qué subyace en
esa culpa nos permitirá resolver el caso policiaco y el clínico.
Las
pesquisas de la analista que a la manera
de un detective investiga el sentido cifrado que el síntoma encierra, le lleva
a deducir que su espanto ante las rayas
negras sobre el blanco remite a un acontecimiento traumático sucedido en la
nieve y que guarda relación con la infancia. Efectivamente, tras afrontar una
situación límite en la reviviscencia de la escena temida actual, (el descenso
esquiando rumbo al precipicio), forzando una catarsis que deshará por ensalmo
el entuerto al irrumpir a la conciencia el recuerdo infantil reprimido (fatídico
tobogán que arroja al hermanito a ensartarse en unos barrotes de la verja negra
contra un fondo claro) en un doble paso. Del “Yo mate a mi hermano” inicial y
coagulado en el olvido, al “No, no lo mate, fue un accidente”, resignificación del suceso que le
permite su toma de conciencia. Así pues, es la reactivación del complejo
traumático inconsciente por el “accidente-asesinato” del que es testigo en la
estación de esquí lo que dispara la amnesia como defensa sintomal para no
“perder la razón”, aunque éste es un planteamiento erróneo, pues es la negación
la que enloquece y el reconocimiento de la verdad lo que cura. Hay que añadir
que el mensaje-desenlace que nos regala Hitchcock, “era un malentendido a
desfacer, sólo fue un accidente”, rumbo al happy end, no vela un aspecto más
oscuro que nos apuntó en los inicios del film por boca de la doctora Bergman:
“Hay gente que se cree culpable de algo que no ha hecho y la causa suele
remontarse a la infancia…A veces, un niño desea que le pase algo malo a alguien
y crece con complejo de culpa por algo que no fue más que una pesadilla
infantil.”
Lo cual pone el dedo en la llaga. La llaga se llama complejo de Edipo e implica un cambio
de paradigma. El núcleo traumático deja de ser el acontecimiento y da paso a
algo mucho más inquietante como es nuestro deseo.
EL SUEÑO
Freud dirá que los sueños son la vía regia del Inconsciente.
Es decir, que el material onírico lleva las marcas del inconsciente, y como tal
conserva una suerte de capacidad significante altamente productiva. Como ya
dijimos, lo inconsciente es una operatoria que procesa el material reprimido en
su afán por manifestarse. Así tendremos que distinguir el llamado contenido latente, las ideas reprimidas
motor del sueño, del contenido
manifiesto, la apariencia que presentan tras sufrir el encriptado que las
disfraza para poder atravesar la censura. Componen un rompecabezas que a través
de la libre asociación proveerá de los elementos que interpretación mediante
desvelarán sentidos ocultos. Ahora bien hay que aclarar que lo que se muestra
en la película no es el método correcto que Freud propone, pues precisamente el
cambio sustantivo del vienés frente a la tradición milenaria es lateralizar la figura del oniromántico de
turno y darle la palabra al soñante, que en sus asociaciones aportará las
claves singulares del sentido, más allá de un código simbólico universal y
cerrado como el que presentan los diccionarios de sueños al uso. Hay que
remarcar pues, el gran valor que los sueños encierran ya que en sus imágenes condensadas nos dan un
retrato estructural del inconsciente. Para hacer operativa esa información
cifrada es preciso conocer las claves estructurales de la subjetividad que aquí
no podemos desarrollar pero que están admirablemente recogidas y expuestas en
un texto de Ignacio Ruiz titulado “Progresión onírica y análisis estructural de
los sueños”.
Terminaré rescatando una frase que pronuncia Ingrid Bergman
en su debate con su maestro:
“Pues no
vamos contra la ley, antes al contrario, vamos a su favor, pues somos médicos en
busca de la verdad, verdad que no alcanza la policía”.
La verdad que le
interesa al psicoanálisis es la verdad
inconsciente, es decir, la verdad del deseo que el inconsciente encierra.
Javier
Arenas, otoño 13.