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viernes, 5 de septiembre de 2014
REQUIEM
Cumplí hace poco 57 años. No es cualquier cifra. Humphrey la palmó con 57. Desde antiguo he tenido cierto fetichismo con los guarismos de la edad. Con ciertos guarismos. No me interesan las decenas (los 40, los 50...) ni la soledad de los números primos. Llaman mi atención más bien los que podríamos llamar guarismos narcisistas, es decir, los afectados por un cierto espejeo, como por ejemplo los capicúa. Recuerdo la fascinación que ejercía en mi el 33, "la edad de Cristo" (y de Alejandro Magno!). Alcanzar tal cifra fue como coronar una cima mítica que hasta entonces había operado de techo. Después vinieron en su inexorable inercia los 44, los 55...y de repente casi sin darme cuenta los 57, con la particularidad de que nací en 1957, ¡57 desde el 57!, otro eco en el que me alcanzo esta vez a mi mismo. Soy de letras y estas coincidencias numéricas despiertan en mi una extraña turbación íntima. Entiendo bien por qué a algunos psicóticos les flipan. Es tentador atribuirles valor de señal y por ese camino, camino verde, transitar al delirio. Porque ir más allá de Bogart es de alguna manera ir más allá del padre, rebasarle, superarlo, y eso, ya se sabe, es cualquier cosa menos un accidente, del que nadie es inocente. Para rematar la función muere Lauren Bacall ay!, y nos deja irreparablemente huérfanos a los hijos de los sueños en blanco y negro. Tan lejos y tan cerca, a un soplo, de la fosa común del tiempo y del olvido que el poeta cantó. Just (a) blow. Nos vemos flaca. Amén.
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