Aunque ahora parezca increíble hubo un tiempo en que Kevin
Costner era cool, o, para que no me llamen posmoderno,
dejémoslo en que molaba cantidad. Era antes de que rodara bodrios como El guardaespaldas o Waterworld
y se le quedara cara, si no de batracio, sí
de medio anfibio, luciendo branquias bajo las orejas to
natural. Hay papeles que no
perdonan, que no tienen vuelta atrás. Pero
como decía, hubo un antes glorioso y fulminante desde su
irrupción con Silverado, ese decidido homenaje al western clásico con el que L Kasdan pilló con el paso cambiado
al mundo cinéfilo,
pasando por su Elliot Ness con De Palma o su electrizante No hay
salida. Aunque nada comparable a ese
relámpago inolvidable que nos regaló sacándoselo de la chistera que fue Bailando con lobos. Strike! O como
dicen en mi tierra, arribar y
puar. Siete Oscar le concedió la Academia, incluidos los gordos, en
su fulgurante bautismo como director. Nunca más. Tres pelis añadió a su curriculum, siguiendo con la
batracia antes mentada, que lo llevaron de
la cima a la sima. Pareciera un cruel castigo de los dioses. O la vida misma.
Vale. Todo este prolijo preámbulo para situar
en contexto a K.C. y su BcL. Yo personalmente
creo que los preámbulos son importantes. Son el primer contacto que uno establece con el asunto, y todos sabemos que ‘el primer contacto’ va a marcar de forma sutil o abrupta el
devenir de esa relación en
ciernes, en este caso, entre lector y
texto. Opera como un filtro. Así, por ejemplo, al lector indeciso que no le
interese el cine, la intro anterior puede
ayudarle a cambiar de plan y con un simple click pasar a otra cosa mariposa.
En
realidad esto de escribir un blog tiene algo de contar un cuento. La diferencia es que mis hijos escuchaban atentamente mi
relato hasta el final (si la peque no caía dormida por el camino) y ustedes
pueden pasar del cuento si no les sale a cuenta. No problemo.
Si decidieron continuar y acompañarme por esta senda de palabras, anticipo que no
sé dónde lleva. Porque de un tiempo a
esta parte escribir se ha vuelto una experiencia azarosa donde el yo
piloto tiene una ocurrencia cargada de
cierto magnetismo y… … … ¡ya se verá qué
da de sí!
Para ello es preciso confiar
en la resonancia significante y abrirse
a sus encantos, pero, a diferencia de la escritura automática de los
surrealistas, no abandonarse ciegamente a sus reclamos, sino jugar con ellos.
Habría
una idea popular muy extendida que piensa que abrirle la puerta al inconsciente es
abocarse al sinsentido y sus estragos, una suerte de territorio satánico y
de orgía negra. Bebe de la tradición
romántica que rebelándose contra el paradigma de la Razón cartesiana y de sus
acólitos neoclásicos, tan apolíneos
ellos, reivindican con furia el
territorio de la pasión, la tormenta de las
pasiones, ámbito donde reina la oscuridad de la noche frente a la
claridad del día. Y en la
oscuridad de la noche de un verano que
parecía invierno, en Villa Diodati,
junto al lago Leman, la flor y nata del romanticismo, (Byron y Shelley, en realidad Mary S. y
Polidori), una pandilla de protohipys,
dieron a luz a sus inmortales criaturas
de horror y pesadilla, el vampiro
y el monstruo, franquicias del terror de masas dos siglos después.
Como decía, la imaginería popular haría de estas figuras la
encarnación de sus pulsiones más inconfesables y como tales, las más temidas,
sepultadas en las profundidades de su alma. Ese lugar oscuro y secreto vendrá a ser la semilla del famoso subconsciente, término que recogerá Freud en sus primeros trabajos
para dar cuenta de una actividad psíquica más allá de la conciencia y que
abandonará pronto para sustituirlo por
el de inconsciente, con el que
remarca su condición de negatividad respecto de
la conciencia y a su vez se desmarca del glosario popular. A día de hoy
es un indicador infalible para situar a nuestro interlocutor y su grado de conocimiento de la obra freudiana. Tan contundente como
decir furboneta. No engaña.
Metidos ya en faena es un buen momento para limpiar alguna
que otra telaraña. Por ejemplo,
dejar claro que no es lo mismo inconsciente que
ello, por más que una cierta pereza teórica llevara a asimilarlos tras
formular Freud su segunda tópica, ya saben, su segunda configuración del
aparato psíquico, constituido por tres instancias:
Ello, Yo y Superyo, a distinguir de la primera tópica y sus tres sistemas: Inconsciente, Preconsciente y
Consciente.
El error vendría de
pretender sustituir una por otra y confundir sistemas con instancias. No es mi
intención desgranar las diferencias, sólo señalarlas. Porque esa diferencia es capital para poder
entender las dos acepciones del término Inconsciente: como adjetivo, aplicable a las instancias, y como sustantivo, referido al sistema homónimo. Es este último al
que nos referiremos cuando hablemos del “Inconsciente”.
Y si hablamos antes de la
acepción popular del
Inconsciente como territorio del ‘sinsentido’ y sus estragos, ahora toca
ya aclarar, aunque pueda resultar
decepcionante para los más románticos,
que el inconsciente no es ajeno al
sentido, antes al contrario, que
está atravesado por él, aunque
obvia decir que no estamos hablando del sentido común si no de un ‘otro’
sentido, la otra escena que diría Freud, compuesta por el
conjunto de las representaciones reprimidas. Y ahí
pululan revueltas y disfrazadas las interminables sagas deseantes de los
culebrones neuróticos. Constituirá
la base de la que
llamamos clínica del deseo.
A distinguir de esa
clínica por fuera del sentido, ésta
sí, ajena a él, que en lacanés vienen a
llamar clínica de lo real y
que yo prefiero llamar clínica de
la pulsión…
Y de repente me saltan
todas las alarmas…¡quillo! ¿dónde
vas? Unos cuantos pueblos te has
pasado. ¡Que esto no es el seminario! ¡que el curso se ha acabado! ¡que es el blog en zapatillas! y que el
veranito está aquí y yo con estas pantuflas, ¡me da calor solo pensarme! Urge
una matrixmorfosis… … …3, 2, 1 Alehop!
¡Ya está! Habemus chanclas. Los que no le hayáis dado al click y hayáis llegado
hasta aquí, gracias por vuestra paciencia y vuestra confianza. Ha sido un curso largo.
Disculpad la
traca. Huele a Hogueras. Es tiempo de pirarse. Las Negras me esperan.
Feliz solsticio.
Mamouna, 20 de junio de
2016